viernes, 19 de junio de 2009

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El hedor me saluda cuando entro.
Él está del orto, gime una excusa;
tiene el aspecto de aquella gentuza
que lo caga todo y se echa adentro.

-¿Hace cuánto tiempo lo estás guardando?
-Tres días. ¡Boludo...!-parece esquizo,
-¡...no puedo sacar la sangre del piso!
Se rasca y tiembla, ha estado llorando.

Una vez, recuerdo, fue un superhombre.
A él le debo no ser un tarado,
pero nunca volvió del otro lado.

Al fin, no hay palabra que ya no sobre;
su historia acabó, se quemó hasta el centro.
Bebemos, parcos, el último encuentro.

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